A principios del año 2000, en mi búsqueda permanente de nuevas herramientas visuales en fotografía, conocí una serie de emulsiónes muy especiales de la marca Polaroid, las POLACHROME. Eran películas instantáneas de 135 extremadamente delicadas a la abrasión, a las temperaturas y la caducidad, un caldo de cultivo perfecto para la experimentación y encontrar errores creativos.